Ayer
aplacaba la sed de mi boca
la tibieza de tu piel en mi espalda.
Tu palabra, tu credo, tu aliento,
mi consuelo, mi guía, mi alimento.
Tu palabra, tu credo, tu aliento,
mi consuelo, mi guía, mi alimento.
Hoy
las horas lentas arañan
los fríos restos de mi soledad y mi añoranza.
El gris de tu ausencia
pálido velo en mi alma,
la espera de mis tequieros,
mudos ya sin remedio.
Mañana
por fin el destino te traerá de vuelta.
No importa si sobre nuestras cabezas truena
o si la tierra toda tiembla,
haremos fiesta, brindaremos
y el latido de mi corazón
recuperará su marcha.
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