"Cada vez que hablo contigo por teléfono me quedo con esa sensación amarga de lo que era nuestra historia y ya no es. Y lo que más me entristece es no saber por qué ha sido, qué pasó realmente. En nuestras conversaciones que ahora estan llenas de los típicos "todo bien" y "nada más" para darlas pronto por terminadas, ya no hay calor, ya no hay vida. Es mi sensación. Te recuerdo y pienso que tú ya no sabes nada de mi vida y yo muy poco de la tuya... Qué razón tienen los que dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor... Entre nosotras desde luego que lo fue. Desconocidas, en eso nos hemos convertido. Échale la culpa a las circunstancias, o échame a mi la culpa...como dice la canción. Ya no me necesitas para ser feliz. Ojalá lo seas."
Había recibido este mensaje en su móvil media hora después de hablar con ella. Llegaron a ser las mejores amigas y confidentes, cómplices de día y de noche, compañeras en las batallas de la vida. Ahora sólo quedaba ese vacío del que ella hablaba. Corrieron el riesgo, traspasaron los límites aún sabiendo que podían perder... y perdieron.
Decidió no contestar ¿Para qué? Estaba de acuerdo con todo lo que le había dicho. Nadie tuvo la culpa. Simplemente fueron perdiendo por el camino la confianza, la ilusión...y tantas otras cosas que las unían.... Y amores a la fuerza no tienen razón de ser. La conocía. Ella entendería su silencio y continuaría con su vida, la que fuera. Realmente ya no le interesaba. Se alejaría de ella y la convertiría en un recuerdo más. Uno de tantos guardado entre bolitas de alcanfor al fondo de su armario.
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