lunes, 13 de abril de 2015

La llamada.

     
     

     Se llamaba Alba. Sus facciones aniñadas y la delgadez de su cuerpo no la hacían aparentar sus casi cuarenta años. Solo faltaba una semana para su cumpleaños pero esta vez no habría nada que celebrar.
     Trabajaba como inspectora de policía hacía ya algún tiempo. La falta de sueño de estos últimos días se hacía notar. Y esta vez no era culpa del trabajo, sino de sus recuerdos y sus pensamientos.
Hoy, después de salir de la Central había hecho su turno en el hospital. Todo había sido tan rápido... No quería irse a casa, casi la habían obligado a marcharse de allí.
      Se sentía triste y enfadada con aquel mundo tan injusto en que le había tocado vivir. Agotada se metió en la cama. Deseaba cerrar los ojos y no pensar en nada ni en nadie. Con este deseo se dejó envolver por un grato duermevela. Tampoco habría suerte esta noche. Unos minutos después el teléfono móvil sonaba escandaloso en el silencio de la alcoba. Su primer impulso fue apagarlo directamente pero sabía que no podía permitírselo. Esta noche no. Al otro lado del auricular su madre, entre sollozos, balbuceaba que estaban intentando localizar al médico, le desconectarían en cuestión de horas. Su tiempo había acabado.  Alba solo consiguió articular un "...voy..." casi inaudible y colgó.
      Su padre siempre fue un hombre fuerte, pero en esta lucha en la que llevaba tan solo dos meses esa fuerza de poco le había servido. Ahora la lucha llegaba a su fin.
      Mientras se vestía apresuradamente, por su cabeza pasaron, del mismo modo, los recuerdos de su infancia, las tardes de columpios y juegos, las broncas por llegar tarde en sus primeras salidas adolescentes, su cara de orgullo el día de su nombramiento y sus abrazos, aquellos abrazos de oso, que la consolaron y la confortaron tantas veces. Cómo le gustaría ahora volver a vivir todos aquellos momentos... Pero sabía que tenía que ser fuerte, porque lo había prometido y él le había enseñado a cumplir siempre las promesas. Nunca se había sentido tan sola.
      Cerró la puerta y dejó tras de sí todas las lágrimas.   

1 comentario:

  1. Lo dicho, en lugar de retazos que nos dejan con ganas de más, anímate a seguir todas las semanas una continuación de ella. Besitos Soraya.

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