El
antiguo faro seguía
en pie desafiando al paso del tiempo. Se bajó del coche y recorrió
el sendero, junto a los acantilados, que conducía a la entrada. Allí
la besó por primera vez pero cuando volvía a ese lugar solo la
imaginaba alejándose. Llevaba con ella un maletín cargado de
billetes.
Mientras él dormía bajo los efectos de la tortilla de Valiums que le preparó para cenar la última noche, había saqueado
la caja fuerte y lo había dejado en la ruina. Por suerte, lo único
que echaba de menos desde entonces era el latir de su propio
corazón.
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