En sus últimos años de vida mamá se había vuelto cada vez más excéntrica. Su manera de vestir a destiempo a lo hippie, sus gustos musicales más propios de una adolescente que de una dulce viejecita y hasta sus elecciones del personal de servicio de la casona familiar así lo demostraban. Mario había sido su nueva "adquisición", todo un descubrimiento.
Los ojos se me salían de las órbitas aquel día que se me ocurrió ir de visita y él me abrió la puerta. Podría haber resultado un hombre atractivo si no fuera por el absurdo delantal de encaje y la cofia a juego que mamá le había obligado a ponerse. Yo no conseguía salir de mi asombro. "Es una joyita, igual saca brillo a los pisos como hace una paella riquísima...", me decía mamá encantada con el muchacho. Al parecer había obtenido la mejor nota de la primera promoción de esa nueva titulación en Servicio Doméstico que tanto había dado que hablar en los medios de comunicación en sus comienzos. Mario estaba realizando sus últimas prácticas obligatorias antes de iniciarse en el mundo laboral, aunque esto era solo pasajero porque realmente lo que quería era ser profesor de gimnasia, me contó muy orgulloso. Y eso sí que no lo dudé ni por un momento. Mis ojos, que habían vuelto a su sitio, lo examinaron de arriba abajo y de abajo arriba sin perder detalle,...¡qué brazos tan musculados y qué piernas se insinuaban debajo de ese vaquero! ...y lo mejor es que por increíble que me pareciera, le daba a mamá la razón en todo, realmente la trataba como si fuera la reina de la casa ¡Por algo estaba ella tan contenta!
No sé si de repente me he vuelto loca pero la envidia me corroe, así que estoy pensando que un día de éstos le voy a pedir a mamá que me preste alguna mañana a su "joyita" para, entre los dos, hacerle un buen repasito a mi apartamento, que le va haciendo falta... Le diré a Mario que el delantal y la cofia las puede dejar en la casona que no las vamos a necesitar. Se me están ocurriendo un par de ideas para aprovechar bien la mañana... ¿Y por qué no? Siempre he confiado en mis capacidades. Igual hasta lo convierto yo a él en rey por un día.